domingo, 21 de abril de 2013

20 DE ABRIL DE 1980, LIÈGE-BASTOGNE-LIÈGE

Bernard Hinault en plena nevada durante la Liège de 1980


Este 20 de abril se cumplen 33 años de una de las mayores gestas de Bernard Hinault. El 20 de abril de 1980 se celebraba la 66ª edición de la Lieja- Bastoña- Lieja (Liège-Bastogne-Liège). Se trata de una de las Clásicas de las Ardenas, una zona llena de colinas rompepiernas y famosa por localizarse en la misma importantes combates durante la Segunda Guerra Mundial.
Ese año Hinault había hecho quinto en la Amstel, cuarto en Roubaix y tercero en la Flecha Valona. Y se presentó en la salida de Lieja con la clara intención de estar un peldaño por encima del segundo puesto. Ya había ganado la Lieja en 1977 y estaba dispuesto a dar toda la batalla posible.

Pero durante los primeros kilómetros de la prueba se desata una tormenta de nieve que endurece notablemente la carrera. Al contrario que en la Milán San Remo de este año no se suprime ningún kilómetro y se sigue el trazado previsto. La nieve y el frío comienzan a hacer estragos, de tal forma que en las dos primeras horas de carrera se habían retirado ya 110 de los 174 ciclistas que tomaron la salida. Con esas cifras está claro que las condiciones de carrera eran extremas y si esta Clásica no es precisamente un paseo ese año lo iba a ser mucho menos.
Bernard Hinault piensa en abandonar, el Giro de Italia comienza en pocos días y no quiere poner en riesgo su preparación para dicha cita. Habla con Cyrille Guimard, su director deportivo en el equipo Renault y éste le convence para que aguante un poco más, hasta el avituallamiento.
Pero en esas que Hinault reconoce entre los miembros de un pelotón cada vez más minúsculo una indumentaria que le resulta familiar, con esos colores de la avispa que dominaban por aquel entonces las carreteras de media Europa. Afina la mirada y ve a Maurice Le Guilloux, uno de sus gregarios, así que piensa que el capitán debe ser el último en abandonar el barco y opta por continuar en carrera. O por lo menos eso es lo que se cuenta. Sea  “leyenda” o sea realidad, el hecho que es Hinault no abandona y comienza a sacar  a relucir su inagotable orgullo y clase.
Por delante marchaban los belgas Ludo Peeters  y Rudy Pevenage, famoso este último por ser el mentor del alemán Jan Ullrich; como anécdota decir  que el médico Eufemiano Fuentes apodaba a Ullrich como el “Hijo de Rudicio”.
Pero estos dos rodadores son neutralizados y a falta de 80 kilómetros para meta El Tejón ataca y se va en solitario. A por todas y sin vacilar, pim-pam-pim-pam. Podía haber esperado y haber sido más conservador, resguardarse  al abrigo del grupo, pero no, quiere una victoria a lo grande. Y  lo consigue distanciando cada vez más a sus perseguidores. Ya decía Fignon que una cosa era vencer con autoridad y otra ganar simplemente.
Hinault llega a la meta de Lieja con 9 minutos y 24 segundos de ventaja sobre el holandés Hennie Kuiper, casi nada.
Se dice que incluso Hinault perdió movilidad en sus dedos hasta pasadas varias semanas y que años después todavía sufría de pérdida de sensibilidad en sus manos. Acudió al Giro de Italia y lo ganó. En el Tour de Francia se tuvo que retirar, cuando vestía el maillot amarillo, pero ese año se coronó como Campeón del Mundo de Ruta al ganar el duro Mundial de Sallanches, disputado en los Alpes franceses.
Así eran de antes los grandes ciclistas, capaces de ganar todo tipo de pruebas y durante toda la temporada ciclista. Sin especular esfuerzos y siempre con una actitud muy ofensiva, nada de dejar los ataques para los últimos kilómetros. Siempre dispuestos a jugar y a arriesgarse, sin acomodarse en ningún momento. Como otra muestra del coraje de Hinault ahí esta la Vuelta a España de 1983, con su famoso ataque a Julián Gorospe en Serranillos. El francés tenía una lesión de rodilla, que empeoró con los esfuerzos que debió hacer para vencer en esa ronda y que le llevarían a estar en el dique seco un largo tiempo. Cualquier otro hubiera abandonado, pensando en el futuro, pero Hinault no se andaba con reservas y arriesgó.
Como se narra en los primeros compases de  “La Bici de Ghislain Lambert”  (¿el mejor film sobre ciclismo deportivo?... posiblemente): “Todo ser humano desea salir del pelotón, todos soñamos con una escapada en solitario fugaz o definitiva. Pero hoy en día, se impone agruparse, aposentarse y preferir lo establecido a la violencia del instante. Sólo el campeón exalta nuestra voluntad de poder y nuestro afán de gloria, vestigio de la niñez juguetona y conquistadora.....”
Cada vez que oigo a alguno decir que Lance Armstrong  ha sido el mejor ciclista de la historia me entra la risa. Sin desmerecer el palmarés del tejano, ha habido muchos otros con grandes currículums y sobretodo, otra actitud en carrera. Por lo hablar de otras cosas…
CCC




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